“El mejor tratamiento para la obesidad infantil es la prevención”
La obesidad infantil es el trastorno nutricional más frecuente y su prevalencia va aumentando, también en España. “Hemos pasado de 4,9% de prevalencia en el estudio Paidos 1984 a 13,9% en el estudio de Serra y col. Si a esto le añadimos un 12,4% de sobrepeso, resulta que uno de cada cuatro niños tiene más peso que el que le corresponde”, alerta Asun Irureta, especialista en endocrinología pediátrica. La importancia de este incremento se debe a que “tiende a autoperpetuarse, es decir, que si el lactante es obeso a los seis meses, el 14% lo seguirá siendo en la vida adulta, el 41% a los siete años, el 70% a los 10-13 años y el 80% en la adolescencia”. Como contrapunto, los niños responden mucho mejor que los adultos a los cambios de conducta que se puedan realizar para cambiar con la tendencia y obtienen mejores resultados.
La obesidad infantil se debe a múltiples factores: genéticos, ambientales: aumento de la ingesta, disminución del gasto energético, alteraciones hormonales, etc. “La causa principal y sobre la que mejor podemos actuar es la ambiental; no hace falta ingerir cantidades exageradas de energía para ser obeso. Basta con tomar 25 calorías de más al día para que, al cabo de 10 años, tengamos 12 kilos de más”, afirma. También influye el cada vez mayor acceso a los alimentos, muchos de los cuales son supercalóricos, como la bollería, zumos envasados o chucherías. Asimismo, la ingesta de frutas, verduras y hortalizas que realizan los menores no es la adecuada, y el desayuno, “que debe aportar el 20% de las calorías del día, en general suele ser pobre”. En cuanto a la actividad física, cada vez más niños acuden al colegio en autobús, suben a sus casas en ascensor o se pasan horas ante la televisión, videojuegos o móviles. “Cada vez juegan menos en la calle o el parque porque después de las horas en el colegio van a inglés o a estudiar música”, señala.
Las repercusiones de la obesidad son muy numerosas. “Trastornos psicológicos como la pérdida de la autoestima o rechazo de la propia imagen corporal, problemas mecánicos (artrosis, pie plano), trastornos del metabolismo de los lípidos (aumento del colesterol), hipertensión arterial, síndrome metabólico, alteraciones digestivos, respiratorios y dermatológicos, así como pubarquia y pubertad adelantada”, destaca. En esta situación, el mejor tratamiento para hacer frente a la obesidad infantil es la prevención. “Una vez instaurada, hay que reducir peso con la modificación de los hábitos nutricionales y estilos de vida”, explica la especialista. La dieta de los niños tiene que ser sana, equilibrada e individualizada, y precisa de un abordaje familiar, escolar y social. “Es muy importante comer en familia”, asegura. Además, hay que potenciar la actividad física espontánea que “ha de ser de más de una hora al día, empezando lentamente y aumentando de forma progresiva” así como evaluar la eventual existencia de condiciones psicopatológicas como la ansiedad, depresión o conductas bulímicas “que pueden ser determinantes”. La especialista también aboga por disminuir el sedentarismo “limitando las horas de televisión o pantallas a 1,5 horas al día”.
En relación a los tratamientos farmacológicos, los anorexígenos “no están indicados en niños, y otros medicamentos que influyen en la absorción de grasas se pueden valorar en casos graves y suplementando con vitaminas liposolubles”. En cuanto a la cirugía bariátrica, Irureta considera que “solo se debe utilizar en adolescentes con obesidad grave o extrema, una vez constatado el fracaso con el tratamiento intensivo habitual”.